jueves, 18 de diciembre de 2008

Olores de la infancia

Es curioso, en mi vida me habría planteado escribir sobre la glándulas y menos en un blog, pero esta vez me sorprendo a mi mismo y os hablaré un poquito de uno de los sentidos que están más ligados a la infancia.

En ocasiones, un olor hace que en nuestra cabeza se arremolinen una barbaridad de recuerdos con una cantidad de detalles que muchas nos sorprende.

A mi me ocurre frecuentemente, sencillamente de improvisto, sin avisar.

El otro día me ocurrió algo que no se como explicar, pero llegó hasta mi pituitaria el olor de carburante quemado, y automáticamente me vinieron a la cabeza,un hilo de memorias de esos buenos años en los que me pasaba prácticamente todo el verano en “el pueblo” con la única preocupación de hacerle el lío a mi santa madre para no hacer el cuadernillo del infierno (ese maldito de las vacaciones Santillana) que tanto aborrecía.

Uno de los premios que conseguía cuando lo hacía o no ( No quiero que piensen que he sido un niño bueno toda la vida, sino, que siempre he sido un poco díscolo, travieso, incombustiblemente curioso y enormemente torpe, pero eso es para contarlo en otro post) era llevar algo de comida/bebida a mis tíos que estaban ocupados generalmente en la cosecha de cereal (trigo, cebada, o centeno). Esto quiere decir que tu madre te daba un par de bolsas y te dejaba en pleno mes de julio a las tres de la tarde con un calor de tres pares de narices, pero te daba absolutamente porque eres un crío inconsciente.

Total llegabas a las tierras, y te encontrabas a tus tíos, padre, abuelo y claro, como niño y curioso viene a ser lo mismo, pues te lias que si a subir al tractor, que si móntate en la “Lely”. Dios la “Lely”, para los que no estéis familiarizados con este término, La lely era la cosechadora azul claro de mi abuelo, La llamábamos Lely, porque somos así de originales en la familia y hemos llamado a la máquina por la marca de ésta. Bueno la Lely era fabulosa, tenía una barbaridad de palancas, correas, y hacía una barbaridad de ruido, pero la tenía un cariño especial. (De hecho cuando se la llevaron porque ya no daba más de si después de muchísimos arreglos caseros, a mi me dio una llorona de tres pares de narices, no pasaría de ahí, si no fuese porque a un tío que es un cachondo no se le hubiese ocurrido la brillante idea de guardar esto para la posteridad en una videocámara, y pasarla a VHS como preludio de “Te acordarás de mi toda tu vida” Y si es cierto, me acuerdo de el, de mi abuela y de “todos los franceses que pacen en el prado” ). Y por si acaso pues me la pone y nos reimos todos de cómo Rubén echó de menos a Lely.

Punto y aparte, No he sido siempre una llorona, sino que siempre está ahí el lado trasto conjugado unívocamente con otras de mis cualidades innatas que es la torpeza... Estoy hablando del episodio con el gallinero. He de explicar que mis abuelos han tenido muchos años gallinas, al lado del huerto, y mi abuelo, primorosamente les había construido una casetilla para que las pobres “pitas” Pusieran huevos, Para haceros una descripción detallada de más o menos como estaba formado el gallinero, empezaremos por que era una caseta de planta cuadrada, y la puerta de acceso y aquel sitio, apestaba os lo prometo, olía de todo menos a agua de rosas. Total según entrabas a tu derecha y pegado a la pared había un cajón dividido donde ponían los huevos las gallinas, y en frente una fastuosa escala de palitroques para que las gallinas se subieran y bajasen y andesen a sus anchas.

Bien, este fue el error del diseño de mi abuelo, si hubiese hecho justo al revés, es decir, poner el cajón frente a la puerta y la escala a un lado, no podría contar esta historia.

Bueno, vamos al tema y os quiero poner en tesitura, Comida familiar en casa de los abuelos, toda la familia junta, sobremesa, los mayores hablando de cosas que ni nos iban ni nos venían y dos primos aburridísimos.

-¿Qué hacemos?

-Vamos para el corral.

Y allí van los dos inconscientos directos ponen el pie en el corral y ven allí el fabuloso gallinero, lo que viene a continuación es el resultado de juntar la curiosidad con la inconsciencia. Entramos al gallinero y lo primero que vemos, esa escalera, total que ni cortos ni perezosos nos encaramamos. En aquella época no tenía realmente en mente las leyes de Newton, Total que no se como lo hicimos, pero el resultado fue Primos 1 Escala 0. Obviamente cuando aparecimos por casa hasta las orejas de mierda de gallina, mi abuelo fue a ver su gallinero y descubrió el percal. Mira que ha habido golpes, pero me acordaré toda la vida de la colleja que me dio mi abuelo y no de sentir mi culo contra el suelo cuando se rompió la escala.

2 comentarios:

HILARIO CELADA dijo...

Bueno chaval, ya veo que te ha dado la vena de la añoranza y todo a partir de un olor.Ánimo porque así empezaron grandes escritores como Marcel Proust, un francés algo empalagoso que escribió A la recherche du temps perdu (de paso practica un poco el francés,anda).
Vamos que me parece muy bien que escribas sobre lo que quieras y que si es para recordar,pues vale.
Una cosa:que centeno,creo que no.En Moratinos no.
A mí me pasa con mucha facilidad que el mundo de los olores me transporta al pasado o no se sabe dónde.
Bueno,hasta otro encuentro en la red

Vivencias de ayer dijo...

Soy tu abuelo y me gusto mucho que fueras tu el primero que hizo un comentariod e mi blog.
Besos
Modesto